La turboalimentación es tan antigua casi como el motor diésel, ya en 1925, el ingeniero suizo Alfred Büchi fuel el primero en lograr la turboalimentación por gases de escape, obteniendo un aumento de potencia superior al 40 %, y marcó el inicio de una nueva era. Las primeras aplicaciones del turbocompresor se limitaban a motores marinos y a motores para camiones. En 1938, se construyó el primer motor con turboalimentado para camiones a cargo de la sociedad “Swiss Machine Works Saurer “.
Entre 1962-1963 el Chevrolet Corvair Monza y el Oldsmobile Jetfire fueron los dos primeros turismos dotados de turbocompresor, hicieron su debut en el mercado estadounidense, aunque desaparecieron pronto del mercado, la aceptación en el mercado de los turbocargadores fue gracias a que su costo se veía compensado con el ahorro del combustible.
A finales de los 80s debido a las restricciones de la normativa sobre emisiones de contaminantes aumento el número de motores de camión dotados del turbo, y hoy en dia cuentan con este aditamento.
En 1978 con la introducción del primer motor turbodiésel para turismos en el modelo Mercedes-Benz 300 SD, seguido del VW Golf turbodiésel en 1981, se tomó como el gran descubrimiento en turboalimentación para turismos gracias al turbocompresor, la eficiencia del coche con motor diésel se incrementaba, manteniendo prácticamente la misma “manejabilidad” que un motor de gasolina y con una reducción significativa de las emisiones.
La turboalimentación se ve primordialmente desde la óptica de reducir el consumo de combustible, y, por tanto, la contaminación ambiental, gracias a la reducción en las emisiones de dióxido de carbono (CO2). Hoy día, la razón principal de aplicar la turboalimentación radica en el aprovechamiento de la energía de los gases de escape para reducir el consumo de combustible y las emisiones.
FUENTE BORGWARNER